Inmune a los encantos de aquel lugar con sabor ocre de lo antiguo y fresco de la noche, me distraigo con una multitud que busca distraerse en el paisaje frente al Alcázar y deleitarse en una orquesta que tocaba en una tarima improvisada, canciones del ayer.
Mirando caras extrañas, gestos, encuentros con conocidos y extraños escucho unos dedos que rasgan las cuerdas de una guitarra…
Manos expertas empiezan a tocar una melodía desconocida para mí, y una voz masculina empezó a cantar unos versos:
“Quien no sabe de amor no sabe nada”…
De repente y sin poder evitarlo, muchos recuerdos se agolparon a mi mente, de vivencias, encuentros, amor, desamor y olvido…
En ese momento rompí a llorar –sin poder evitarlo ni ocultarlo- ante el asombro de mis amigos y de extraños que me miraban despreocupados.
En ese momento, redescubrí para que son las lagrimas…