jueves, 24 de noviembre de 2011

Soñar contigo y despertar sin ti





Y en la semioscuridad de mi cuarto,
entre desganes y recuerdos prestados,
me reciben estas ganas y deseos de ti.
Ganas que me arden por dentro y me consumen
en deseos ardientes de sentirte y ternerte
mezclados en una sopa de impotencia y pasión.

Como me hubiese gustado estar en tus sueños nocturnos,
tus deseos más profundos
y en la luz que ilumina tu mirada todas las mañanas.

Ya nunca sabré que marca de leche tomas
ni que canal es el que primero que frecuentas en la tele
ni que música es la que te hace latir el corazón,
mucho menos reirme por tirarte tus peitos mañaneros.

En los serpenteros caminos del olvido
en los que  parece oportuno arribar a ningun puerto,
el estado del tiempo es cambiante
y a veces puedo sentir como me quema
el fuego de una distracción
y otras tantas me congela la soledad
o me llueve lentamente la melancolia.

Y me da pereza escribirlo
porque mientras me retuerzo en la cama
de dolor que me quema en el centro del pecho
-poseerte sin poder tenerte-
como un reo que intenta a traves de los barrotes
alcanzar la llave que le dara su libertad.

¡Y lo peor de  todo
es que tengo que fingir que no pasa nada!

Cuando un alcohólico sufre su abstemia
o un drogadicto su abstinencia
sabra entonces el lector
lo que padezco en tu ausencia
y sufre mi triste existencia.

Porque me has quitado todo:
El sueño, el hambre, las ganas de hacer todo
y me entran deseos de hacer nada.
¿Satisfecho?
Ahora ya no sueño nada
más que contigo o de ti
o reencontrarme junto a ti.

Y hasta la ilusión me has quitado.
Ilusión de que el mañana no será igual,
de que podremos reencontrarnos
en otros lares, probar otras cosas, otros sabores...

No se si algún mañana,
cuando despierte al sueño de la vida
de esta dulce pesadilla
pueda pensar igual que hoy.

A lo mejor piense más claro, más pristino, más puro
pues dicen que el dolor purifica.

Lo que si sé,
es que tanto hoy como mañana
deseo de todo corazón
seguir amando con la misma intensidad de hoy
como lo hice al amanecer de otros ayeres.

                                                        Orly Diane Rodríguez