lunes, 26 de diciembre de 2011

Aún sueño con ella




Y soñé con ella
y soñaba con ella
y aún sueño con ella.

Y podría jurar que soñaste conmigo,
inmersos en otros mares, otras tierras, otras latitudes,
otros sueños, otros deseos,
otros sueños, los tuyos talvez;
del tiempo a que jugábamos soñar
y de cuando yo fantaseaba que andábamos desnudos
en una isla exótica
comiendo cocos y guineos,
donde nunca tendríamos que volver
y dominábamos el mundo
porque el mundo era nuestro.

Y todo ya te sabe olvido.
Con ese sabor metálico a sangre
cuando tocas el paladar con la lengua
y no tienes deseos de nada
aunque qusieras hacerlo todo.
Todo y Nada a la vez.

Pero yo aún no la olvido.
Su recuerdo me asalta, me atrapa,
en el sabor que tiene la brisa
cuando ando con prisa al respirarla.

En el olor de algunos libros,
en versos del ayer marchito,
en fotos amarillas,
en canciones malditas
que me hablan de ella, cómo es ella, dónde está ella.

En sombras que me arropan
cuando me veo reflejado en algunos espejos
y el reflejo devuelto es el de ella.
Si, el de ella,
la niña del ayer
con su coleta castaño oscuro
y su uniforme azul y kaki
que me sonreía desde su pupitre
y jugaba conmigo a contar secretos
y a hacer tareas
y tomar meriendas
y a la que le robaba besos de amor
en un lugar tan secreto
que la memoria hastiada de recuerdos
y carcomida de olvidos
ya nunca más pudo encontrar.

Ella, la que yo amé tanto
y como a ninguna,
una estrella lejana y brillante
en la mar del cielo,
una flor rara y exótica
me ha dicho alguna vez que la olvide
sin saber lo que el destino nos tenia deparado.

Yo, condenado a recordarla
como un carimbo candente indeleble
y ella, que me juró amor eterno
me olvidara y destruyera en el olvido.

Hoy la vi,
tan bella como ayer
iba acompañada de otro
mientras que yo huía,
refugiado en la sombra de los pasos
y viviendo tras la bruma de mis recuerdo.