...Y a la luz de un nuevo sol y una radiante mañana,
volví a posarme en el mismo árbol de siempre
como una mariposa o un ave que abre sus alas a un nuevo amanecer.
Después que dije basta,
que me desperté atormentada por las mismas pesadillas de antaño,
-las mismas sombras grises y nocturnas
que han atormentado mi alma
por muchas noches,
llenas de mis más profundos temores,
que con el pasar del tiempo se han llenado de herrumbre
y telarañas color rosa-
ya no sentí tanto pesar;
quizás porque al acostumbrarme a dosis regulares de terror
ya no me quemaba tanto el miedo eufórico,
esa ave fénix capaz de quemarme muchas noches seguidas
y que moría todas mis mañanas.
Siempre al final de cada mal sueño
de cada pesadilla -a veces fría y a veces caliente-,
siempre me digo lo mismo:
'Ya no más';
pero llega la mañana,
y con ella la luz del Sol:
Esa energía diurna
que me reconforta,
me hace sentir protegida
y me da esperanza cuando me calienta
y me quita el frío y la soledad
de muchas madrugadas malditas,
llenas de miedo y dolor.
Y llego una, dos, tres,
muchas mañanas;
y se fueron cuatro, cinco, seis,
muchas noches.
Pero a veces, en la soledad de mi cuarto
le pido a Dios que me protega y ampare
en mis horas de sueño.