Ven aquí, para contarte un secreto,
el
que le cuenta el sol a la luna
cuando
le dice: “te extraño”
todos
los atardeceres al encontrarse con ella.
Quisiera
poder ser el viento suave
que
acaricia tu pelo,
el
sol tibio que te abraza una mañana fría
y la
nube que te entretienes mirando
cuando
le buscas alguna forma creativa
en el
cielo azul.
Déjame
inventarme un lenguaje:
Para
ti, para mí, para los dos.
Poder
decirte cuanto te he querido
y te
he extrañado
todo
este tiempo perdido en el mismo tiempo.
Poder
susurrártelo al oído
en un
arrullo que acaricie los sentidos
y que
solo nosotros podamos interpretar
como
el lenguaje en códice de las ballenas y los delfines.
Dejarte
saber cuanto te necesito
y
decírtelo en la muda lengua sonora
de
las mariposas monarcas,
aquellas
que son capaces de descifrar
el
idioma secreto de los sueños
y
hacerlo transmitir de generación en generación
en su
largo viaje de ida,
cuando
de vuelta vuelven sus hijos
quienes
los cuentan.
Quiero
poder hacerle una suplica a Dios
y que
el me responda de vuelta:
Que
se olvidara un poquito de mí,
para
acordarse más de tí
y
así, me recuerdas.