Pero, ¿quién aprisiona el pensamiento? ¿Quién le pone cadenas á la imaginación? [...]
“¿La veis? es una carroña asquerosa, un horrible esqueleto”. Y sentía que aquellos brazos que me acariciaban eran un par de huesos, y los besos de su boca me parecían las mordeduras de unos maxilares descarnados y en lugar de sus ojos yo veía dos cuencas oscuras y profundas que infundían pavor.
De Ernesto de Anquises (Cuentos Frágiles) de Fabio Fiallo.
...Y en un breve momento,
entre locura y razón,
me vi los dedos; aquellos con los cuales te habia amado
y acariciado tanto;
aquellos que habian recorrido tu cuerpo y explorado tus partes inacabadas,
ya no eran los mismos de antes,
parte de unas manos blancas y hermosas
llenas de uñas y carnes.
Estaban en el hueso.
Sólo eran unas manos esqueléticas
que mientras continuaba siguiendo con la vista
iban convirtiendo el resto de mi cuerpo
-antes carnoso, tibio y perfumado-
en un manojo de huesos amarillos y pálidos.
Intente tocarme los brazos
por los cuales antes fluia mi sangre
a traves de unas venas verdes y azules que
se mostraban a traves de mi piel.
Estupefacta y desesperada,
intente tocarme los pechos,
aquellos cuales
siempre me celebrabas
y que alguna vez me dijiste:
"Seria capaz de quedarme toda la tarde
mirándolos".
No había nada allí,
sólo los huesos de la caja torácica
en el lugar donde se palpaba
la turgencia
y blancura de mis senos.
El resto es historia.
Sólo tuve valor para mirarme
los huesos de los pies,
donde antes estaban mis dedos.
Miré a mi alrededor
mientras se hacia de noche
y no vi a nadie:
estaba sola.
Tambien ví dos lápidas
con nombres que me resultaban conocidos.
Uno decía "Francia" y otro "Luz"
como mi Tia y mi Abuela fallecidas.
Respiré profundo;
como un estertor de muerte,
mientras mis huesudas manos
intentaban sostener un pecho
donde antes latía un corazón
que sentia, se estremecía
y que una vez amó.
También miré mi lápida:
"Aqui yace una que murió en soledad".
Entonces, otro chispazo de lucidez
me atravesó la cuenca de los ojos
y en un instante
me vi vestida de carnes, vestimenta y recuerdos
cuando estaba muriendo,
y no por tí
sino de soledad y tristeza,
y esa angustia amarga
de cuando esperas
por un amor que nunca llega
o que nunca regresa.
Me hubiese gustado llorar,
pero ya se me habian agotado las lagrimas de tanto hacerlo
y en el lugar donde tenia el corazon,
la carne se me habia puesto morbida y putrefacta
y se me habia consumido de tanto tiempo...
Asi que volví a mi tumba,
de donde habia salido
solo un instante para recordar
lo que habia vivido.
Me acomode en mi lecho
mientras volvia a recordar lo que algunas vez
me dijeron las voces en sueños:
"Lo ultimo que encontraras en tu vida sera amor".
y despues de eso volví a mi sueño eterno.
Orly Diane Rodríguez
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