Inmersa en un sueño nocturno; estoy en mi cama soñando soñar, abro los ojos y me levanto entre sorprendida y ansiosa.
Algo en mi, muy en el fondo de mi ser, me empuja, me incita a buscar respuestas, buscar verdades amordazadas que esperan furiosas ser develadas; secretos que saben esperar en la oscuridad de tu mente pero que oprimen, incitan, perturban, verdades que calladas muerden rabiosas.
Toco las paredes de mi habitación, voy tanteando hasta llegar al closet. No estoy a oscuras sino a plena luz pero aún sigo tocando a tientas las paredes como buscando respuestas a preguntas sin contestar, buscando verdades ocultas que buscan, piden a gritos salir a la luz. Dentro del closet toco los muros una y otra vez.
¿Qué podrían decirme estos muros que llevo siglos viendo iguales, de la misma forma?
Están susurrándome algo en silencio, piden a gritos mudos ser tocados para poder arrojar secretos que llevan años escondiendo.
Los toco una y otra vez hasta que me molesta el roce en los dedos. Puedo oler la humedad del concreto armado hastiado de albergar ropa, libros y zapatos.
Sigo tocando…
Cuando ya estoy cansada de tocar las paredes buscando formas, rugosidades y contando bloques de cemento escucho un extraño sonido…
Es el sonido de un muro que se mueve; accionado por algún movimiento de las manos o los mosaicos del piso; empieza a ceder un segmento de la pared; en forma de bloques escalonados; como un zigurat.
Entre sorprendida y curiosa sigo presionado los muros en la misma posición en la que escucho aquel extraño pero deseado sonido de un pasadizo secreto que se abre; estoy de rodillas empujando la pared que empieza a abrirse para dejar develar cosas que aun desconozco.
Es en ese preciso momento que despierto y entre sorpresa y decepción me doy cuenta que no he llegado a saber nada; aquello que mi alma ha anhelado lo que aun está bajo la superficie de mi inconsciente esperando a que le destape el velo y que atormentándome por algún tiempo toca a las puertas de mi mente mediante este sueño símil que me deja en estado de estupor y me obliga a no dejarlo morir en el olvido sin ponerlo por escrito.
Algo en mi, muy en el fondo de mi ser, me empuja, me incita a buscar respuestas, buscar verdades amordazadas que esperan furiosas ser develadas; secretos que saben esperar en la oscuridad de tu mente pero que oprimen, incitan, perturban, verdades que calladas muerden rabiosas.
Toco las paredes de mi habitación, voy tanteando hasta llegar al closet. No estoy a oscuras sino a plena luz pero aún sigo tocando a tientas las paredes como buscando respuestas a preguntas sin contestar, buscando verdades ocultas que buscan, piden a gritos salir a la luz. Dentro del closet toco los muros una y otra vez.
¿Qué podrían decirme estos muros que llevo siglos viendo iguales, de la misma forma?
Están susurrándome algo en silencio, piden a gritos mudos ser tocados para poder arrojar secretos que llevan años escondiendo.
Los toco una y otra vez hasta que me molesta el roce en los dedos. Puedo oler la humedad del concreto armado hastiado de albergar ropa, libros y zapatos.
Sigo tocando…
Cuando ya estoy cansada de tocar las paredes buscando formas, rugosidades y contando bloques de cemento escucho un extraño sonido…
Es el sonido de un muro que se mueve; accionado por algún movimiento de las manos o los mosaicos del piso; empieza a ceder un segmento de la pared; en forma de bloques escalonados; como un zigurat.
Entre sorprendida y curiosa sigo presionado los muros en la misma posición en la que escucho aquel extraño pero deseado sonido de un pasadizo secreto que se abre; estoy de rodillas empujando la pared que empieza a abrirse para dejar develar cosas que aun desconozco.
Es en ese preciso momento que despierto y entre sorpresa y decepción me doy cuenta que no he llegado a saber nada; aquello que mi alma ha anhelado lo que aun está bajo la superficie de mi inconsciente esperando a que le destape el velo y que atormentándome por algún tiempo toca a las puertas de mi mente mediante este sueño símil que me deja en estado de estupor y me obliga a no dejarlo morir en el olvido sin ponerlo por escrito.
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