viernes, 15 de febrero de 2019

Hablando sin palabras

Escucha la música
de la mudez sonora
de alguien que habla solo.

Soy yo que me levanto descalza
a medianoche
a cantar mis versos,
esos que sólo habitan e n mi cabeza
y se me acumulan de noche
para poder derramarlos a la luz del día
sobre una hoja de papel 8 1/2 x ll.

Decidí armarme de valor
para superar mi temor al agua
y surcar el océano de lo prohibido
atravesando en vuelo inverosímil
los cielos de la imposibilidad.

Y todo por pagar mi deuda contigo.
Mi deuda de aquellos lunes,
de aquel verano, de aquel año
en que fantaseábamos soñar
en aquella gramita
donde nos contábamos secretos
y yo te leia mis torpes versos
de aquel cuadernillo rojo
donde guardaba mis poemas.

El aroma de las almendras,
la cafeteria de aquel lugar,
tus manos en las mías,
el fulgor de tus ojos quemándome los míos,
tan profundo que se olvidaba que decir o pensar.

Y el rumor de tu voz
como un viento que acaricia las hojas
al atardecer,
un sol tibio que me abraza
al despertar en el frío de la mana
y una mano abierta que me ofrece
su amistad en palma.

La felicidad de aquellos días
solo puede equipararse al hambre y el cansancio
de aquellas tardes y noches
en que el tiempo se detenía y se hacia eterno.

Y al pasar del tiempo
cuando el cauce del lecho secaba,
los besos ya no encendían el alma,
las palabras se tornaron secas,
la entrega tardía
y el amor escaso
lo único capaz de evocar
en movimiento
nuestras historias de ayer
eran aquellas tristes notas
de una canción rasgada
en notas tristes a guitarra.




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